FADEC - Federación Andaluza de Deporte para Ciegos

Gabriel Vera, judoca: «El judo es una forma de vida»

Lito concibe el judo como una práctica de socialización

Lito concibe el judo como una práctica de socialización

Cristian Díaz | Gabriel Vera Gil, (Sevilla, 1970), nació en Solingen puesto que sus padres trabajaban en Alemania pero recalca que él es español y que ni siquiera tiene la nacionalidad alemana. Vive en Bormujos y encabeza la dirección técnica del C.D. Lithojudo en la localidad sevillana. Además, es técnico de la FADEC y entrenador también para Sordociegos en Asociación Apascide de Ger.  Como competidor, consiguió el tercer puesto en el Campeonato de Andalucía Absoluto de 2017, en el de España de Veteranos de 2016 y en el de Andalucía 2015 todos ellos en categoría 100 kg. Como entrenador, ha participado en campeonatos de Europa y del Mundo en países como Rusia, Estados Unidos, Turquía, Brasil y otros de la Unión Europea, además de acompañar a deportistas con discapacidad visual en diferentes Paralimpiadas. Fuera del judo, la moto es su principal afición. Es vicepresidente de un motoclub y tiene una Honda Shadow VT 7.50, con la que ha viajado a Portugal o ha asistido a la concentración invernal ‘Pingüino’ en Valladolid, sin contar sus expediciones por Andalucía. Lito, como le llaman todos, acaba de recibir el reconocimiento de la FADEC a su trayectoria deportiva.

En el judo no hay que despistarse nunca… ¿usted mantiene siempre la concentración en cualquier situación?
Sí, soy capaz de mantener la concentración.

En el judo tiene que observar a su contrincante para conseguir derrotarlo… ¿Se definiría como una persona analítica?
Sí, se puede decir que sí… Analítica depende… En judo, al principio, tiene que haber un periodo de observación para saber lo que el otro hace. Cuando sales a competir o a hacer judo, si no has visto nunca a tu competidor, no sabes lo que hace. Durante el combate sí se es analítico. Cuando sale al tatami no sabe qué haces, a no ser que te conozca. Igual que tú tampoco lo sabes. Para eso, si hay combates previos, si se puede analizar al contrincante. En ese caso, sí soy analítico. De hecho, para preparar los combates de competición, de Campeonatos del mundo o de olimpiadas hay que ser analíticos para contrarrestar lo que te hace el otro.

¿Cuándo advirtió que le encantaba el judo?
Eso fue cuando empecé. Yo empecé con 11 años, a través de una familia que conocíamos que daba judo. Yo siempre he sido un chico inquieto en mi casa y mi madre me llevó a ese compañero, a esa familia, amigo nuestro, y desde que empecé hasta ahora no he parado de hacer judo. Soy bastante cuadriculado para mis cosas y cuando algo me gusta soy bastante fiel a eso”.

¿Cuál ha sido su relación con el judo como competidor?
Yo no soy competidor. Soy entrenador. La competición en mí ha sido efímera porque no era buen competidor. En mi época, la competición era un modo de hacer judo. No había otras cosas. O competías, o no hacías judo. Yo me dediqué a la enseñanza desde que tenía, más o menos, 16 años. Yo empecé a dar clases por ahí.

Pero, aún así, ha tenido algunos éxitos…
Como competidor, mi mayor éxito fue en la temporada 2016 que conseguí quedar tercero en España del campeonato de veteranos, que sí es un campeonato donde va mucha gente, y campeón de la Copa de España que hubo en Sevilla. Pero todo en la categoría de veteranos porque a la vejez viruelas ha sido cuando he ganado combates, pero yo de joven no era gran competidor. Dejé de competir a partir del año 1997 porque ya empezaba a dar clases y estaba en el equipo nacional paraolímpico, salíamos mucho de viaje, íbamos a Campeonatos del Mundo y no teníamos de competiciones. Simplemente, salía como entrenador o como colaborador del equipo.

¿Podría resumir en qué consiste el judo para quien no haya visto un combate nunca?
El judo consiste en intentar derribar al contrincante y, cuando lo derribas, inmovilizarlo en el suelo.

«El judo no es un deporte violento, promueve la socialización»

¿Qué le aporta el judo a su vida cotidiana?
El judo es una forma de vida porque, bueno, muchas cosas del judo son aplicables a la vida; es decir, la lucha, la perseverancia, el volver a levantarte cuando te han derribado… En la vida, si te ha salido algo mal o tienes un problema, tienes que sobreponerte, superarlo… la constancia porque en el judo hay que tener mucha constancia. Yo, como te decía al principio, soy muy constante en mis cosas: en el judo, en mi trabajo, en mis aficiones y en todo.

¿Existe alguna diferencia entre el judo para personas ciegas o con discapacidad visual grave y este deporte para personas videntes?
En realidad, no existe ninguna diferencia. La única diferencia que hay es de reglamento, donde las personas que no tienen resto visual tienen que hacer judo agarrado. Dentro del reglamento de videntes hay una zona de seguridad que aún no se ha conseguido que los ciegos la identifiquen. Ahora hay unas palabras… Pero eso es la única diferencia. En lo demás, en el reglamento o en la enseñanza, incluso, todo es igual. Lo que pasa es que hay que adaptar todo eso a la discapacidad visual o al resto visual que tenga cada alumno. No puede ser lo mismo indicar la posición a un chico que ve que a uno que no. Pero la enseñanza y el judo en sí no tiene ninguna diferencia. De hecho, nosotros hacemos judo de forma integrada y la única diferencia es una diferencia de nivel. Pero de nivel de prácticas no de nivel por ser ciego. Ha habido muchos competidores ciegos con muy buen nivel que han podido llegar a competiciones nacionales. De hecho, ya en los campeonatos de España en la categoría infantil aparecen chavales afiliados que compiten normalmente, solamente con las adaptaciones del reglamento que, por exigencia del Consejo General de Deportes, tiene que hacerse a esos deportistas.

Los competidores que usted entrena han conseguido varios premios. ¿Con cuál se ha emocionado más?
En realidad, me he emocionado con todos porque con los competidores es un día a día de trabajo, no es un resultado. Los competidores tienen un vínculo especial con el entrenador. En judo, más porque tenemos muchas horas de entrenamiento y muchas vivencias. Quizás, por resultado, fue la medalla paraolímpica de Atenas 2004 que saqué con María del Mar Olmedo Justicia, una chica de Almería. Y, quizás, la más triste y sentida fue la pérdida de la medalla en la Paralimpiada de Londres. Tanto Abel Vázquez Cortijo como yo habíamos trabajado mucho, habíamos preparado muy bien esa Paralimpiada, y recuerdo ese combate. Estuvimos dos o tres días, yo por lo menos, pensando qué pudimos haber hecho. Fue salir del combate y los dos salimos llorando, uno por cada lado, como niños pequeños, porque sabíamos lo que había pasado. Llegar a disputar la medalla, llegar a una cosa así en unas paralimpiadas, no se da siempre. Tuvimos una buena oportunidad de ganarla. De hecho, era la medalla que le faltaba a Abel, que ha sacado medalla en el Campeonato del Mundo y en el Campeonato de Europa. Fue un poco triste, pero, a la vez, es la vida y es deporte y es el judo en sí.

¿En qué se diferencia su etapa de deportista con su etapa como entrenador?
Son totalmente diferentes. Mi etapa como competidor fue hace muchos años. Era mi etapa infantil. Sabíamos hacer judo, pero no sabíamos competir. No sabía muchas cosas. Mi etapa de entrador sigue siendo, porque yo sigo siendo entrenador, de hecho, tengo mi escuela y todavía tengo competidores paraolímpicos ha sido, quizás, la más productiva. De ahí he conseguido que de cara a mis competiciones de veteranos tenga mejores resultados. Por diferenciarlas, en la primera etapa no teníamos conocimientos que he ido aprendiendo a lo largo de los años, a la vez que entrenando, participando en campeonatos, en la experiencia en campeonatos del mundo, en campeonatos de Europa, viajar, conocer a otros entrenadores. Me ha aportado mucha más experiencias y conocimientos de los que tenía en aquella época.

¿Le ha gustado mucho más su época como entrenador, que su época como competidor?
Sí, sí. Mi etapa como entrenador me ha gustado. Lo que pasa es que yo no he dejado de ser entrenador ni he dejado de ser competidor. Es una cosa que va unida. Yo compito todavía porque físicamente me encuentro bien. No tengo ninguna lesión grave, mi competición ahora es intentar aprender a hacer cosas para poder, a su vez, enseñárselas a mis competidores. En Judo no es como en fútbol, por ejemplo, que tú te sientas. En Judo, tú tienes que hacer judo para enseñar. Para demostrar, tú tienes que hacer judo. Si tú te anquilosas y no entrenas, no puedes mostrar eso a tus competidores y los competidores no sacan el partido. Pero vamos, me han gustado las dos partes. De hecho, la competición ahora, en esta edad, es mucho más relajante, que anteriormente, porque antes yo iba nervioso. Ahora no, porque yo no tengo ninguna presión de ningún tipo. Tú vas, compites y ya está. Eso sí, hay que entrenar para competir.

¿Qué siente cuando un niño o un adulto va adquiriendo los conocimientos que usted le inculca y los va aplicando en los combates?
Es una satisfacción muy grande. La mayor satisfacción es conseguir que las personas que tienen muchos problemas de comunicación, como son los competidores o alumnos sordociegos, a través del lenguaje de signos y de mi enseñanza, consiguen hacer judo. Aquí se diferencia entre lo que es ser un competidor porque una cosa es competir y otra hacer judo. Hacer judo, hacer técnica, hacer lo que se les enseña… Y es una satisfacción enorme. Tengo alumnos sordos que no tienen una discapacidad visual, pero que hay que enseñarles también de alguna manera y, sobre todo, los ciegos totales aprenden… Es una satisfacción grandísima conseguir que un alumno sepa algo y que después consiga realizar la técnica o la actividad que yo le enseñado.

Usted sabe lenguaje de signos…
Sí, sé lenguaje de signos porque para los sordociegos es super importante.

¿Cómo se enseña judo a un alumno sordociego?
Es lo mismo. Mi secreto es que mis clases son iguales para los ciegos, que, para los videntes, que para los sordos… Para amputados no porque no tengo, pero que sería lo mismo. Lo único es adaptar a cada persona el tipo de enseñanza. Los ciegos tienen el sistema de signos dactilológico que es en la mano. Yo le cojo la mano, le explico y, al igual que a los ciegos totales, se le hace la demostración sobre su cuerpo. Que él toque el cuerpo. O cogiéndole tú y diciéndole cómo lo tiene que hacer y que lo repita. Para eso hay signos que se hacen en la mano y ellos lo repiten hasta que lo consiguen hacer por ensayo y error. No es lo mismo competir porque la competición no tiene nada que ver con el tema de enseñar a hacer judo. Hacer judo es hacer técnica tirar al contrincante, hacer combate de suelo, conseguir inmovilizar… Y ellos lo consiguen. Aparte hay muchos sordociegos que tienen muchas discapacidades asociadas. Ahora tenemos un chico que solo es sordociego y tiene un nivel de conocimientos como una persona normal porque si yo consigo transmitirle lo que tiene que aprender, pues él lo aprende y tiene perfectamente conocimiento de lo que aprende, de lo que hace y está entrenando perfectamente.

¿Usted es un profesor exigente?
Yo soy exigente con los competidores que quieren que sea exigente. Es decir, por ejemplo, mi hija también compite, entrena en mi dojo, y yo sólo le exijo lo que ella me pide, igual que a mis competidores. Si tú quieres ir a una olimpiada y sacar medalla, pues claro que te tengo que exigir. Si tú sales de un combate y hemos practicado una cosa y tú has hecho lo contrario de lo que habíamos practicado y hablado, sí soy exigente y sí es recriminable de alguna manera como entrenador esa actitud. Pero, por lo demás, la exigencia viene dada por el interés que tenga cada uno. Yo, por ejemplo, tengo competidores o niños que solamente van a hacer judo por interés, o porque quieren aprender una actividad, o participar y yo no les voy a exigir nada. De hecho, las clases no tienen por qué tener exigencia. La exigencia es cuando entramos en unos niveles de competición de alto nivel, como han sido los competidores o son los competidores como Abel Vázquez, David García Orozco…

¿Qué papel tiene, según su opinión, el juego en la enseñanza de judo?
Buah… Superimportante. Es, quizás, la primera parte del judo. O sea, todo judoca competidor de élite que se precie ha tenido que ser judoca niño y ha tenido que jugar.

¿Qué juegos organiza para enseñar judo?
Son juegos, prácticamente todos, de psicomotricidad básica, de fuerza, de lucha que son pequeñas adaptaciones que después van sumando para el aprendizaje del judo. Por ejemplo, nosotros hacemos una cosa que se llama judo-sumo. Es una competición que hacemos para los niños que consiste en sacar a los contrincantes de un cuadrado, aunque en el sumo normal sería un círculo. Ahí lo que aprenden es la atracción, el empuje y el utilizar la fuerza del contrario, que es básico en el judo. Después tenemos, por ejemplo, el asalto al castillo, que es un juego en el que unos niños tienen que defender que el otro equipo no pase de una raya, de una delimitación y el control de esos niños a que no pasen pasa por las técnicas de judo básico en suelo. Por ejemplo, hay un juego que es Simón Dice, por ejemplo, que es un juego de reflejos. Tanto niños ciegos como niños videntes tienen que hacer lo que diga Simón. Eso entrena y ayuda a los niños en el tema de los reflejos, en el tema del control del cuerpo y todo eso se transmite después a la enseñanza del judo como deporte.

¿Es esencial que los niños se diviertan para engancharles a este mundo?
Efectivamente. Es lo esencial. Yo llevo una escuela y raro es el niño que prueba la clase y que no se quede porque la verdad es que, aunque está mal que lo diga yo, mis clases son muy divertidas y los niños se suelen enganchar. Hombre… todos los días no hay las mismas clases. Es verdad que, a ciertas edades, el judo es un poco más aburrido porque implica tener técnica, implica automatización de cosas que, evidentemente, son menos divertidas. Pero desde los tres o cuatro años hasta los doce años que tengo yo alumnos, las clases son lúdico-deportivas, de juego e intentando meter la base de las técnicas básicas que los niños tienen que aprender a esas edades.

¿Cómo animaría usted a los padres de niños ciegos o con discapacidad visual grave para que apuntaran a judo a sus hijos?
Sobre todo, hay que darles información a esos padres porque el judo no es un deporte donde haya golpes, donde haya puñetazos, donde haya patadas… Los padres muchas veces, por desconocimiento, creen que todos los que vamos vestidos de blanco hacemos lo mismo. Judo…. Kárate… Taekuondo… Todo es lo mismo… No. Precisamente, hay que darles la información de que, primero, en judo no se dan patadas ni puñetazos, que el judo es un deporte que promueve la socialización, la integración y la mejora de la calidad de vida de las personas ciegas o con discapacidad visual grave. Asimismo, dentro del judo, los niños practican las habilidades básicas tanto como la coordinación, la fuerza, la flexibilidad, el control de impulsos y lo más importante es decir que el judo no es un deporte violento.

¿Qué papel ha tenido la ONCE en su carrera como profesor y entrenador de personas ciegas o con discapacidad visual grave?
La ONCE, desde el principio, desde el año 92 o 93, cuando entré por primera vez en el colegio. YO he sido y soy técnico de la Federación. Yo empecé en el Colegio Luis Braille de aquí de Sevilla, y la verdad es que siempre me ha ido apoyando, porque yo he ido trabajando un poco para ellos. mi escuela, Lithojudo, tiene un convenio con el CRE de Sevilla que vienen chicos afiliados a hacer judo.

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