Andrés Boira, esquiador paralímpico en la categoría B3

Andrés Boira, en Huéscar (Granada)

«Sin la lesión no me hubiera retirado»

¿Cómo empezó en el esquí alpino?

En sexto de primaria hice una salida de fin de semana con la ONCE de forma recreativa y a partir de ese momento me fue gustando porque me sentía libre esquiando. Una persona con discapacidad tampoco coge nunca esas velocidades, era como una libertad diferente al resto. Luego estuve un par de años sin esquiar y ya con 16 años me preseleccionaron para mi primera concentración tras haber esquiado veinte días contados.

¿Cómo fue el aprendizaje en los primeros meses que comenzó a esquiar?

En los primeros meses como eran salidas de fin de semana y era muy joven iba como diversión. También tuve la suerte de encontrarme días de sol, de calor y estaba a gusto. Conforme me fui metiendo más en el deporte fueron días más nerviosos, casi días de carrera porque me lo tomaba más en serio y quería luchar días tras día para mejorar mi entrenamiento.

¿Qué sintió la primera vez que se lanzó por una pista?

La primera vez que me subí en un telesilla no tuve valor de bajarme y me tuvieron que bajar en moto de nieve. Después cuando ya eché a correr un poquito por el llano y vi la pendiente que había dije que no, que yo por ahí no me tiraba y me quedé bloqueado. Cuando conseguí lanzarme fui poco a poco muy bien, cada día me sentía más cómodo y queriendo más.

Compite en la categoría B3, ¿Nos podría explicar en qué consiste esta modalidad?

En la categoría B está el B1 que son ciegos totales, B2 con una discapacidad visual grave y el B3 personas con más resto de visión. Entonces dependiendo del tipo de disciplina y la distancia recorrida de salida a meta se hace un cálculo matemático y se hace una combinación para cada categoría para regular los tiempos entre ellas ya que en cada una se tarda un tiempo determinado.

Además de la presencia de un guía, ¿Existe alguna otra diferencia entre el esquí paralímpico y el olímpico?

La principal diferencia es el guía que llevamos, además por donde pasa él es la huella por donde debe pasar el corredor para llevar un buen recorrido. Cuando yo empecé íbamos pegándonos voces, pero ahora en la categoría B3 los guías van siempre marcados por un peto y en el caso de que se lo puedan permitir llevan un pinganillo. La relación con un guía es muy especial porque para irte a esquiar un fin de semana te vale cualquier amigo pero cuando estás en un alto nivel necesitas una persona en la que confíes cien por cien y te de seguridad. Tiene que ser tu guía en la pista y tu amigo fuera porque si un día estás triste o él lo está uno se tiene que apoyar en el otro. Es una relación de pareja y por supuesto muy dificil de encontrar.

A lo largo de su carrera deportiva, ¿A qué momento le tiene un especial cariño?

Tengo grandes recuerdos como el cuarto puesto en el Mundial de Corea 2009 que para mí fue de mis mejores carreras. Luego la inauguración de los Juegos Paralímpicos porque esa sensación no tiene una explicación, sientes tanto en el cuerpo y te quedas tan alucinado que no sabría como definir ese momento. En Vancouver 2010 estábamos en los túneles debajo de la grada, tranquilos porque era desfilar un poco pero nada más, pero el corazón te va bombeando más y cuando estás a punto de salir, ves la explosión de colores, las luces de los móviles, las cámaras, el ruido, entonces te quedas sin explicaciones.

«No hay futuro en el esquí paralímpico»

¿Y el momento más duro que ha atravesado?

La pretemporada de Vancouver 2010 porque la temporada anterior estaba bastante arriba y con la lesión me vi muy hundido, no supe como afrontar esa temporada. Tuve una fisura al final de la tibia y me dijeron que me querían operar, hablé con los médicos y fisioterapeutas y me dijeron que no, fui a una fisoterapeuta de aquí y en 20 días estaba trotando a finales de julio. En agosto estuve esquiando en Chile con la bota del esquí puesta y claro eso no se acaba de recuperar al cien por cien pero quieras que no entrenas para estar arriba y si te duele te aguantas y te callas. Fue una pretemporada y una temporada muy dura porque te ves que no acabas de estar en tu sitio.

¿Por qué decide dejar el esquí después de los Juegos Paralímpicos de Vancouver?

Se juntaron muchas cosas, en el verano preparalímpico de 2009 tuve una lesión y a partir de ese momento se me hizo muy cuesta arriba la temporada. A partir de ahí fui pegando bancanazos y en Vancouver decidí que no quería seguir más así y busqué un cambio de vida. Cuando pasan unos Juegos Paralímpicos tu ciclo no es de un año como puede ser una liga de fútbol sino que es volver a los cuatro años siguientes, en aquél caso sería Rusia en 2014, y lo vi muy lejano.

¿Sin esa lesión hubiera continuado esquiando a nivel internacional?

Seguramente las cosas hubieran cambiado mucho, incluso posiblemente hubiera seguido compiendo porque la temporada y los resultados hubieran sido diferentes, la satisfacción en los Juegos hubiera sido mejor y luego quizás incluso el tema de la beca hubiera sido diferente para pasar el año. Si estás arriba tienes una beca deportiva, si no estás arriba del todo puedes tener una beca en aquél momento de la Generalitat Catalana por ejemplo pero con 4000 euros no pasas un año. Luego buscarte un trabajo tampoco puedes porque te vas a competir y entrenar fuera. El que compite en atletismo puede tener una pista en su pueblo para entrenar pero el que está esquiando no, se tiene que desplazar donde haya nieve.

¿En qué trabaja actualmente?

Vendiendo el cupón. Cuando terminé la competición estuve un tiempo de vigilante en el Ayuntamiento de Huéscar por la noche, luego como tengo un poco de resto visual, estuve otro tiempo de camarero y luego ya solicité la venta del cupón y llevo un año y nueve meses más o menos vendiendo. Es un trabajo que me gusta mucho porque me gusta estar de cara al público y hablar con la gente. A mí no me gustan los trabajos de oficina, me estallaría la cabeza si pasara ocho horas sentado.

Ha participado en dos Juegos Paralímpicos, Torino 2006 y Vancouver 2010, ¿Qué significó para usted esas dos participaciones?

En Torino tenía 18 años y los objetivos eran diferentes a los de Vancouver, en 2010 me pilló un poco más maduro y asimilé más las cosas del momento que estaba viviendo. El nivel deportivo que obtengas con 18 años va a ser siempre inferior al que cuando tengas 22, por ello los objetivos marcados eran muy diferentes entre unos y otros. En Torino buscaba quedar bien clasificado y satisfecho con ello, pero ya en Vancouver luchaba por algo, era luchar por un podio o un diploma paralímpico y estar arriba.

¿Qué opina de la difusión del esquí paralímpico en los medios de comunicación?

El esquí tanto paralímpico como olímpico a nivel nacional no es un deporte que esté arriba, en España se sigue el fútbol, el baloncesto, etc. Cuando estaba María José Rienda se seguía un poco más aunque a pesar de ello había poca gente que lo seguía. Ahora ves alguna noticia en TVE de algún Campeonato del Mundo pero no se ve un seguimiento continuo a lo largo de la temporada. Pero esto es algo que tampoco se ve en otros deportes paralímpicos, o te pones en Internet o en Teledeporte a ver el programa de paralímpicos o fuera de ahí no ves un seguimiento de los deportistas. Muy bien cuando llegan los Juegos Paralímpicos pero fuera de eso no hay seguimiento.

Hace unos meses Jon Santacana mostraba su preocupación por el vacío que existe entre su generación y la siguiente, ¿Qué opina del futuro del esquí paralímpico?

Cuando Jon Santacana se vaya de la selección existirá un vacío increíble. Este año en los Campeonatos de España él quedó primero y yo quedé segundo, un compañero de Aragón que quedó tercero está en la selección paralímpica de escalado y además tiene su trabajo, su hijo y demás. No hay un futuro que siga esa base compitiendo porque para que existiera un futuro detrás de Jon Santacana debería haber alguien de casi treinta años que estubiera detrás de él. Luego también debería haber una cantera de niños de 14 años que estén subiendo, pero yo no veo ahora mismo ni futuro ni futuro prometedor.

Hablando de Jon Santacana, ¿Qué opina de él?

Hablar de Jon Santacana es hablar tanto de él como de su guía, Miguel Galindo, porque desde que yo entré al equipo nacional los he conocido juntos y esa relación es mejor que un matrimonio. Son una pareja excepcional, y saben realmente como está cada uno en cada momento, además termina la temporada y siguen hablando cada día. Personalmente los considero muy grandes tanto a nivel deportivo como a nivel personal porque para ser una gran persona en el deporte tienes que serlo en la vida diaria.

Para terminar, ¿Cuáles son sus próximos objetivos?

En el terreno personal quiero seguir progresando en mi trabajo que dentro de ello es conseguir el mejor puesto dentro de la empresa y en lo deportivo seguir disfrutando del esquí que es lo mejor que es disfrutar de ello.